10/18/2010 10:16:00 a. m.

Adrede

tihui gutiérrez

Ha sido adrede que el gobierno federal se inventara una guerra, adrede, acabar con el derecho al trabajo, deliberado, romper un sindicato para regalar una parte de nuestro país, a propósito, dejar en tierra a muchos trabajadores, una barbarie, ignorar derechos humanos. Interesado en desconocer, aferradamente el Estado laico. Abusivo dejarnos vivir como en toque de queda.

Y no es gratuito, tampoco la pertinaz insistencia de desvincularnos de nuestra Historia.

En especial últimamente a propósito de nuestros dos cumpleaños históricos, fechas impresentables para la derecha ya que perdió ambas guerras, pero ahora insaciable ella hasta a la Historia la quiere privatizar: su interpretación es facciosa, recupera personajes obscuros, aclama a conservadores, reivindica a monárquicos, insiste en mentiras, aspira a confundir la mirada hacia nosotros mismos, separa la Historia que nos conforma para dejarnos en la sombra de nosotros mismos, confundidos e inasibles. Desprovistos de armas para adueñarnos de un futuro más humano, destino que soñamos la mayoría.

Así, nos quieren falsificar la verdad, adrede nos quieren distanciar de lo que somos, así nos degradan día a día atentando contra nuestra capacidad de pensar. Insisten que la libertad y la integridad se las comió la globalización, donde la libertad es exclusiva para las mercancías, la identidad nacional es un concepto trasnochado, según su versión, los ideales son unos fantasmas -quizá un poco tercos-, pero ya irán perdiendo fuerza, aspiran sus deseos.

Adrede no permiten apropiarnos de la Historia, mucho menos dejar que la reinventemos, que nos opongamos a naufragar en esta simulación, que nos rebelemos para no acabar creyéndoles.

Hay que luchar contra este delirio en que se ha convertido la realidad, esa brutalidad que padecemos día con día: apabullados por la sangre derramada, consternados con los inclementes aumentos, en la zozobra del trabajo que ya ha convertido en derecho pisoteado, impactados ante la desesperación de un huelguista en hambre, como el asesinato anónimo de un migrante, o niños incinerados sin culpables, nuestra historia disminuida, y la opresión de nuestro lenguaje que cuando dice no dice ni la mitad de lo que dice.

Hasta ese ha perdido poder, ya no significa como antes, quizá ha perdido el sentido de la acción, se habrá vuelto temeroso, ¿le habrá ganado la percepción? Porque, en este régimen de la Simulación lo que impera es la impresión, sean o no sean las cosas como son, eso es lo de menos.

Decía Monsiváis: “si la realidad no coincide conmigo, allá la realidad”.

Así que hay que estar alertas, abrir perspectivas, rescatar la soberanía del lenguaje, promover el auténtico legado de nuestra Historia, recuperar una existencia digna, libre, tranquila.

Y ahora así, adrede, derribar ésta opresión, sin caer en el juego de la derecha, que es sucumbir a la tentación de la indiferencia y la descalificación. Y sí subvertir éste retroceso tan injusto adrede, para lo cual primero es organizarnos y así evitar que sigan martirizando nuestro país.

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Editor

Pablo Moctezuma

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